Sobre El Triunfo Del Entorno y La Unión Europea

- 18 June 2023 - 10 mins read

Llevo unos diez años viviendo fuera de Europa. He pasado una década en Australia y ahora voy de camino a Tailandia para una temporada. Después, volveré a España, que ya va siendo hora.

Estar fuera me ha dado una perspectiva que no tenía cuando vivía allí. Como puedes imaginar, he hecho piña con gente de casi todos los países y culturas imaginables. No solo me he ido de fiesta con ellos (que también), sino que he compartido ideas, debates y vivencias durante años. He viajado por más de 20 países entre Europa, América, Asia y Oceanía, y si me permito el atrevimiento, me veo a mí mismo como una persona observadora. Todo esto me ha llevado a una especie de conocimiento personal y contextual: Europa tiene algo especial, algo que no siempre se aprecia desde dentro y que, desde fuera, es a veces ridiculizado. No es casualidad que haya florecido como lo ha hecho, y no, no creo que sea porque los europeos seamos “más listos” que nadie. El ingenio es humano, lo veo allá donde voy. Si Europa ha destacado históricamente, creo que está influenciado por el entorno y en cómo ese entorno ha moldeado nuestra cultura y progreso.

Siempre me ha intrigado pensar en por qué narices unas regiones del mundo evolucionan más rápido que otras. No compro la idea de que unos humanos sean inherentemente más capaces que otros, todo hay que decirlo. Para mí, las diferencias son ambientales. Europa tuvo la suerte de contar con factores que, combinados, creo que fueron un caldo de cultivo para que las ideas, la ingeniería y las comunidades prosperaran.

Vamos por partes

Primero, las cuatro estaciones (No, no las de Vivaldi). Puede sonar a tópico típico, pero vivir en un lugar donde el entorno cambia tanto cuatro veces al año te obliga a adaptarte constantemente. En invierno hay que calentarse, en verano hay que aprovechar la abundancia, en otoño toca prepararse y en primavera no hay otra que empezar de nuevo. Esto no solo crea problemas que hay que resolver (ejem, avances en ingeniería), sino que fomenta una sólida vida comunitaria. Piensa en los pueblos europeos organizándose para superar nevadas o cosechas. Estoy seguro que ese ciclo ad nauseam de cambio aceleró el ingenio técnico y social de una manera que un clima más monótono no permite.

Luego está la orografía. Europa es un mosaico de montañas, valles y ríos que separan a sus gentes en pequeños núcleos. Cada comunidad, lo suficientemente aislada, tuvo que ingeniarse sus propias soluciones: un puente aquí, un camino allá, un castillo para defenderse del maldito vecino. Pero la fragmentación social misma creó competitividad, y sí, también guerras. No voy a romantizarlo mucho: Europa ha sido un campo de batalla constante (La ética antigua permitía cargarte al otro, es así). Sin embargo, esas mismas tensiones históricas empujaron la ingeniería a niveles nunca vistos (piensa en armas, barcos, fortalezas) y, con el tiempo, esa necesidad de superar al otro (si no comes, te comen) llevó a los europeos a romper la barrera de la globalización antes que nadie. Navegaron, conquistaron, comerciaron. No siempre para bien, claro, pero ese impulso expansionista nació en un entorno que no dejaba otra opción.

Otro factor que me parece clave es la estabilidad de su naturaleza. Europa no tiene grandes huracanes ni terremotos a menudo como sí pasa en otras regiones. Eso permitió que las sociedades se asentaran en núcleos duraderos, haciendo que las comunidades crecieran sin el miedo constante a perderlo todo. Y luego está el clima: templado, cómodo, fácil la mayor parte del tiempo. No es el calor sofocante que te aplasta en el trópico (créeme, en Tailandia se siente a diario), ni el frío polar que te encierra meses en una maldita cueva. Ese equilibrio da espacio para la actividad lúdica, para juntarse con los demás, para charlar en una plaza o inventar algo nuevo en el taller. Cuando la gente interactúa más, las ideas fluyen más.

Somos muy de discutir

Hablando con amigos de otros continentes, me he dado cuenta de algo curioso: los europeos tenemos una tendencia innata a rebelarnos contra el poder. No sé si es por esa fragmentación de la que hablaba antes (muchos reinos pequeños, muchas voces donde cada uno tiene su opinión) o por una tradición de cuestionarlo todo que viene desde los griegos pasando por la Ilustración. En muchos países he visto poderes inmensos, casi intocables, con pueblos que, por lo que sea, no parecen tener el mismo impulso de desafiarlos. ¿Es por corrupción? ¿Por historia? Ni idea, la verdad. Pero en Europa esa rebeldía ha sido un motor. Ha traído caos, sí, pero también progreso: revoluciones, derechos, ideas que han cambiado el mundo.

Y aquí viene lo que, para mí, es el gran triunfo de Europa: ha sabido aprender de sus errores. Tantas guerras, tanta rivalidad, tanta sangre, y al final, ¿qué tenemos? La Unión Europea. Una alianza de países que llevaban siglos enfrentados, uniendo fuerzas por el bien común. Desde fuera, esto me parece un milagro histórico de frotarse los ojos fuerte. Nos hemos olvidado lo frágil que es, y lo fácil que sería romperlo. Las críticas a Europa están de moda (que si es lenta, que si regula demasiado), pero yo lo veo al revés: su fuerza está en haber transformado un entorno competitivo en uno colaborativo. Y, ciertamente, en esto son los demás países los que están a la cola.

Así que sí, creo que Europa floreció por su tierra, su clima y su caos organizado. Pero también por lo que ha hecho con eso: comunidades que piensan, que inventan, que se juntan. No es perfecta, nunca lo ha sido, pero es única. Ojalá no lo olvidemos.


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