Acabo de leer un artículo de Manuel Sanchis i Marco en El País y me he animado a escribir una reflexión propia. Su texto plantea una idea clave: no podemos hablar de cambiar el modelo productivo sin reformar también el mercado laboral. Y, mientras lo leía, no podía dejar de pensar que hoy, más que nunca, la verdadera discusión es sobre la empleabilidad en la era de la automatización y la robótica.
Porque, a diferencia de las generaciones que nos preceden, para quienes la seguridad significaba conservar el mismo puesto durante toda una vida, ahora la seguridad real está en seguir siendo empleables a medida que cambian las reglas del juego.
La seguridad del pasado ya no existe
Para nuestros padres y abuelos, la seguridad laboral significaba entrar en una empresa y jubilarse en ella. El empleo era casi una extensión de la identidad. Un mismo oficio, una misma empresa, un mismo recorrido vital. Quien lograba un contrato indefinido casi podía dar por resuelto su futuro.
Traigo malas noticias: Ese mundo ya no existe y, con la automatización y la robótica acelerando el cambio, no volverá.
La tecnología está transformando el mercado de trabajo más rápido de lo que somos capaces de adaptarnos. Tenemos robots que reemplazan líneas enteras de producción y software que sustituye tareas administrativas que antes requería equipos enteros. Lo inquietante no es que esto ocurra, sino la velocidad con la que está ocurriendo.
Hasta ahora, cada avance tecnológico traía nuevas oportunidades, sí. Pero esto pasaba en un mundo donde los cambios eran más lentos. Ahora mismo vemos cómo están destruyendo más empleos de los que se pueden reemplazar en el corto plazo. Si hoy un robot quita 20 trabajos, solo 3 o 4 de esas personas tendrán la formación, las habilidades y la capacidad de reubicarse. Las otras 16 corren el riesgo de quedarse en riesgo de ser inempleables de por vida.
Muchos siguen entendiendo la seguridad como la protección del puesto de trabajo. Blindar contratos, subir indemnizaciones, dificultar despidos. Pero esa lógica se hace mierda cuando el trabajo mismo desaparece. De poco sirve exigir un contrato indefinido si la empresa ya no necesita gente para esa tarea.
En la era de la automatización, la seguridad no está en el puesto, sino en la persona. Lo que realmente te protege es tu capacidad de seguir siendo útil para el mercado. Y aquí entra el concepto de la empleabilidad.
¿Qué significa tener una buena empleabilidad?
- Estar dispuesto a aprender y reciclarte una y otra vez.
- Desarrollar habilidades que no sean fácilmente reemplazables por máquinas.
- Entender que los cambios no son excepciones, sino la nueva realidad.
El riesgo de ser inempleable
Si antes el gran temor era perder el empleo, ahora el riesgo es más profundo: perder la capacidad de conseguir otro. Quedar fuera del mercado no por falta de ganas, sino porque tus competencias ya no son demandadas.
Esto no es ciencia ficción. Ya está ocurriendo. Cada vez hay más gente atrapada en un limbo laboral. Personas que son demasiado mayores para ciertos puestos, sin las habilidades que exigen las nuevas tecnologías, y sin un sistema que les facilite reciclarse.
Si no nos preparamos, este grupo solo crecerá. Y con él, la frustración social, la desigualdad y el resentimiento hacia un sistema que avanza sin mirar atrás.
¿Qué hacemos con esos? ¿Les damos una ayuda social permanente o es mejor ofrecerles formación?
En comparación con las generaciones que nos precedieron, nosotros ya no podemos aspirar a la “tranquilidad” de mantener el mismo puesto durante 40 años. Lo que sí podemos aspirar es a mantener nuestra empleabilidad. A ser capaces de adaptarnos, movernos y reubicarnos tantas veces como sea necesario.
La seguridad del siglo XXI no es que nadie te despida, sino que, si te despiden, tengas otra puerta abierta porque tu perfil sigue siendo valioso.
Esto exige un cambio cultural y político profundo:
- Formación continua como norma, no como excepción.
- Mercados laborales menos rígidos, que faciliten la movilidad sin castigarla.
- Políticas activas que ayuden a las personas a reorientarse antes de quedarse atrás.
- Asumir que la responsabilidad de seguir siendo empleables empieza por cada uno de nosotros.
La robótica y la automatización no van a frenar. La única opción es decidir de qué lado estaremos cuando la ola pase: del lado de los que siguen siendo necesarios o del lado de los que quedan fuera.