Hace poco volví de mis vacaciones en Polonia y, entre muchas curiosidades, me topé con algo que no esperaba: salchichas de carne de caballo. Aunque en España no es común encontrar este tipo de carne en los supermercados, en Polonia debe ser algo de lo más normal. Curioso, como siempre por probar algo nuevo, las probé y debo decir que me sorprendió bastante a bien el sabor. Eran jugosas, sabrosas y con textura.
Este suceso despertó mi curiosidad, así que me puse a investigar sobre el consumo de carne de caballo en diferentes países. Para mi sorpresa, en gran parte de Europa, como en Bélgica, el consumo de carne de caballo es bastante común. Allí, por ejemplo, venden entrecot de caballo como si fuera lo más normal del mundo. Y vaya, al parecer debe tener sentido, ya que la carne de caballo es bastante sana: menos grasa que el vacuno, más proteína, hierro y omega-3, lo que la convierte en una opción bastante buena.
En España, aunque no se vea tanto, la carne de potro tiene su nicho en algunas zonas. En Valencia, por ejemplo, existe la tradición de almorzar bocadillos de filete de potro con ajos tiernos, patatas y alioli. Incluso en Madrid, en el pasado, había carnicerías dedicadas exclusivamente a la venta de esta carne.
Otro caso es el de Japón. Allí, la carne de caballo la consumen cruda, como sashimi, en un plato llamado basashi. Al parecer, se puede probar en cualquier izakaya, servido con soja dulce y jengibre. Según cuentan, el sabor es muy bueno.
Todo esto me ha hecho pensar sobre cómo lo que para algunos es un manjar, para otros puede resultar impensable. En España, por ejemplo, es común comer carne de conejo, que en otros lugares podría considerarse algo sorprendente, ya que los ven como mascotas. También consumimos caracoles y zarajos sin pensarlo mucho. En Australia, como otro ejemplo, la carne de canguro o camello es una opción habitual. Es muy curioso ver cómo la comida y la moral asociada varía de un lugar a otro.