Se lo oyes decir al de la tienda cuando compras la cámara. Se lo oyes decir al fotógrafo de tu boda. Se lo oyes decir vamos… ¡a todo quisqui!, pero no tienes ni idea de lo que és. Pues estás de suerte, aquí se va a hablar de ello.
Para que una imagen quede plasmada en un negativo (en el caso de las antiguas cámaras) o en un sensor electrónico (en las modernas digitales) hace falta un determinado tiempo de exposición a la luz. De día, por ejemplo, basta con una fracción de segundo para que entre la luz suficiente como para capturar una imagen. Una milésima de segundo es muchas veces suficiente. En cambio de noche, se necesitan segundos, e incluso minutos enteros, para poder capturar la suficiente luz.
Es por ello que cuando se calculan tiempos de exposición estos vayan expresados como fracciones. Tiempos de exposición pueden ser 1/125 ó 1/30, es decir, 0.008 segundos o 0.03 segundos respectivamente.
Como vemos en este ejemplo, en la fotografía de la derecha se ha usado 1/2 s (medio segundo) para capturarla, por lo que el desplazamiento de los vehículos ha quedado plasmado con ese efecto tan bonito. Sin embargo, en la fotografía de la izquierda se ha usado 1/80 s (tan solo 0.0125 segundos), por lo que la imagen queda casi “congelada” y sin apenas movimiento.