Ideas locas, IA y mucha ilusión

- 03 January 2025 - 7 mins read

Hace unos días me puse a pensar en esta fiebre de las apps generadas por IA. Claude, Grok, ChatGPT… herramientas que prometen convertirte en el próximo genio tecnológico con solo teclear unas líneas. Y no miento, veo a diario a gente con los ojos brillando, lanzándose a crear apps como si fueran churros: “¡Voy a hacer una para organizar mi caos mental!” o “¡Una web para vender calcetines locos!”.

La ilusión es bonita, pero luego me acuerdo de algo que he aprendido tras muchos años picando código: una app no es solo código. Y el código que te da la IA, si no sabes pedirlo bien, es como un dibujo en una servilleta.

Mira, imagina que un amigo te quiere convencer para que fabriquéis un coche. Tú, que has currado en proyectos serios, esperas unos archivos CAD perfectos, con cada tornillo en su sitio, listos para mandar a fábrica. Pero tu colega te pasa una servilleta con un rectángulo, cuatro círculos y un “vroom” escrito en boli. Te ríes, porque es entrañable, pero no vas a construir nada con eso. Pues así está el patio con la IA hoy.

La gente escribe cosas como “hazme una app guay” o “algo para gestionar mi vida”, y la IA, que no es adivina, les suelta un código a medio gas: un esqueleto cojo, un Frankenstein que no sabe ni por dónde empezar. No es que la IA sea mala, es que el que pide no sabe pedir. Y la mayoría no tiene ni pajolera idea de cómo afinar un prompt para que salga algo decente.

Pero espera, que el código es solo la punta del iceberg. Hace tiempo, cuando era un junior con más ganas que talento, me di cuenta de que una app es como un hijo: no basta con crearlo, hay que criarlo. ¿Quién va a usarla? Porque si no tienes claro a quién le estás hablando, te quedas gritando en una cueva vacía. He visto a peña con apps medio hechas diciendo “esto va a petarlo”, pero no saben ni quién es su usuario ni qué diablos resuelve. En la ejecución está la clave, dicen. Luego está el diseño, ese gran olvidado. La IA no te va a pintar una interfaz que mole si no le dices cómo. Y sin algo bonito y fácil de usar, olvídate: la gente huye como si la app les diese urticaria.

Y qué me dices del marketing. ¿Cómo carajo haces que alguien se entere de que tu app existe? No es subirla a la tienda y sentarte a esperar billetes como si fueras un gurú del IBEX 35. Necesitas moverla, pelearla, contarle al mundo que está ahí. Pero muchos piensan que “si lo hago, vendrán”. Ja. No vienen ni aunque les pagues. Y luego está el lío de mantenerla viva: bugs, updates, servidores que petan si creces… ¿Tienes un plan? ¿Sabes cuánto cuesta escalar? La IA te da el dibujo, pero no te cava el túnel para salir del lío.

No me malinterpretes, me encanta la IA y yo mismo la uso para desarrollar. Llevo más de diez años en este mundillo, sudando código y liderando equipos, y sé que estas herramientas son un regalo para prototipar, para soñar en grande. Pero en 2025 no son una lámpara de Aladdín. Si no sabes pedirle algo concreto —y la mayoría no sabe—, te da una servilleta garabateada, no un coche listo para correr.

Y aun si te saliera un código de lujo, una app es un negocio, no un experimento de fin de semana. Así que, si estás pensando en lanzarte, hazlo, pero no te quedes en el “vroom vroom” del boli. Aprende a pedir bien, piensa en quién la va a usar, hazla bonita y muévela como si te fuera la vida en ello. Porque una app no es solo código: es un túnel que hay que cavar con cabeza, no a lo burro.


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