Bien, vamos a hablar del instrumento que da nombre a este blog: El Fotómetro.
Para mí, la pieza clave de una cámara, y más si la usas en modo manual. El fotómetro es el encargado de medir la luz que entra en la cámara en unas condiciones concretas. El primer consejo que doy siempre en mis cursos trata sobre este pequeño artilugio, se trata de hacer llevar la escala a 0. ¿Qué escala? Ahora os lo explico:
Veamos, esta es la típica escala que vemos a través del visor en las cámaras. Se compone de una “regla” y un indicador de posición. El típico consejo de novato que suelo dar es que “toques el valor que toques, aunque no tengas ni idea de qué es lo que estás tocando, el fotómetro debe quedarse en la posición 0, bien centrado”, ya que, si lo conseguimos, la foto va a quedar bien expuesta, es decir: compensada en luz, ni muy clara ni muy oscura.
En el menú de la cámara podemos ajustarlo a nuestro antojo, ya que tiene varios ajustes de medición. Podemos decirle que mida solo un punto, que mida una zona o que mida todo lo que entra por el objetivo. A cada situación le va mejor un tipo de medición.
Hemos hablado del fotómetro que va integrado en la máquina, pero hay otro tipo de fotómetro que es externo. No es tan común, pero nos da más precisión a la hora de medir, ya que podemos acercarlo al objeto o persona y medir la luz directamente por contacto. Además, si le introducimos la información de la sensibilidad que usaremos (ISO) nos mostrará los ajustes correctos para una buena exposición.
Lo más cómodo es, obviamente, usar el que viene integrado en la cámara, además de ser muy completo y preciso. El fotómetro externo lo recomiendo para situaciones más calmadas, como puede ser una sesión de fotografía en un estudio o en fotografía de arquitectura con trípode y tiempo suficiente para trabajar.