El arte comienza donde empieza la expresión

- 17 June 2019 - 7 mins read

A menudo nos encontramos con obras que claramente desafían nuestras ideas sobre lo que “debería ser” o no el arte. Es fácil caer en el juicio rápido, en el “eso no es arte” que surge casi instintivamente. Pero esa reacción inmediata nos está privando de una reflexión más profunda. Durante años he estado madurando una perspectiva personal sobre qué hace que algo sea considerado arte, y creo que es momento de plasmarla.

¿Qué es el arte? ¿Cómo se interpreta? ¿Cómo se disfruta? ¿Cómo se crea? ¿Cómo se valora?

Son preguntas que me he hecho desde siempre. Y aunque existen muchas formas artísticas (performance, escultura, fotografía, instalación, arte digital…), en este post quiero centrarme en una forma concreta: los cuadros “de toda la vida”. Es decir, el acto de pintar, ya sea con acuarela, óleo o cualquier otra técnica, sobre un lienzo o una superficie visual.

Técnica != Arte

Vivimos en una época en la que el talento técnico, por suerte, es abundante. Hay miles de personas capaces de representar con precisión milimétrica lo que tienen delante: un rostro, un paisaje, un objeto cotidiano. Esa habilidad, sin duda, requiere talento y dedicación. Saber usar bien los pinceles, dominar las proporciones, entender la luz… todo eso es admirable. Pero para mí, eso no basta para que algo se considere arte.

Pintar bien no es sinónimo de hacer arte. Es una base, sí. Pero el arte comienza cuando el artista no se limita a reproducir lo que ve, sino que intenta transmitir algo más. Una emoción, una vivencia, una interpretación.

Retratar != Transmitir

Aquí, para mí, está el meollo de la cuestión: uno puede retratar un árbol y una pradera, o puede transmitir lo que sentía al ver ese árbol y esa pradera. Y esa diferencia lo cambia todo.

Ambas cosas pueden parecer similares, e incluso pueden verse parecidas a simple vista. Pero en una, el artista se limita a reproducir lo que estaba frente a sus ojos con pura técnica. En la otra, se introduce a sí mismo en la obra. Sus emociones, su estado mental, su interpretación del momento quedan impregnados en cada trazo, en cada color, en cada elección.

Eso, para mí, es donde empieza el arte.

Esa transmisión personal puede suceder tanto en una obra hiperrealista como en una obra completamente abstracta. Porque lo importante no es la forma, sino la intención con la que se hace.

Por ejemplo, una foto puede ser un simple disparo de cámara o puede ser una composición cargada de significado. Puede captar la luz de una forma que transmita melancolía, alegría o extrañeza. Puede enfocarse en un detalle que otra persona habría pasado por alto. Ahí hay decisión, hay mirada, hay expresión.

Y eso es clave: el arte, para mí, comienza cuando el creador añade algo nuevo a lo que tiene delante. Cuando no se limita a mostrar la realidad tal como es, sino que le introduce un matiz, un tono, un brillo, una atmósfera. Cuando quiere expresar algo más que la realidad visible.

Expresión humana = Arte

Para mí, el arte nace en el momento en que el artista introduce una parte de sí mismo en la obra. Ya no se trata solo de representar el mundo exterior, sino de comunicar una experiencia interior.

Es esa intención de expresar algo humano lo que convierte un retrato técnico en una obra con alma. Lo que diferencia un cuadro frío y perfecto de una pintura que conmueve. Esa expresión puede gustar o no, puede conectar o no, pero ya tiene una intención que va más allá de lo meramente visual. Y eso ya puede considerarse arte. Pintar lo que tienes delante no es lo mismo que transmitir lo que sientes al verlo.

Esa es la línea que separa la técnica del arte. La cámara puede capturar una pradera, pero el artista elige cómo interpretarla. La pintura puede mostrar un árbol, pero el arte está en cómo lo ves tú en ese momento, con tu historia, tu contexto, tu emoción.

Porque al final, el arte no es solo lo que se ve. Es lo que se quiere decir.


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